En más de una ocasión, quienes tenemos niños alrededor, luego de cocinar con empeño, esfuerzo, amor, siguiendo los múltiples consejos y recetas que escuchamos, nos encontramos frente a una respuesta contundente por parte de los pequeños: no quiero comer. O bien, sólo comen “porquerías”: golosinas, chocolates, papas fritas, salchichas, snaks, etc. Esta situación, que para muchas familias se convierte en un problema, no ocurre en casos aislados, sino que es propio de una etapa y de una edad, y es importante reconocerlo para no desesperar y obrar en consecuencia.
Entonces, ¿qué consideraciones debemos tener en cuenta?:
El ambiente en el cual los niños realizan las comidas: comer es más que un hecho biológico, y la formación de hábitos, se da a través del entorno en el cual pueden observar e incorporar actitudes, costumbres, etc. Reservar un tiempo prudencial para el momento de la comida (aunque sea una vez al día), generar un clima de diálogo, evitar tensiones, y en lo posible, no utilizar celulares, Tablet o Tv. Hacer partícipe a los chicos de las compras y la preparación de los alimentos cuando sea posible, es otra estrategia para enseñar con el ejemplo y estimular el interés por la comida.
Presentación atractiva y creativa: es propio de la niñez el rechazo a los alimentos nuevos, aún antes de probarlos. Este mecanismo de defensa se llama neofobia, y constituye una conducta de autocuidado que desarrollan los niños. Se ha comprobado que los niños “prefieren” o “adoptan” un alimento nuevo, luego de habérselo presentado aproximadamente 12 veces. Ante esta realidad, algunas estrategias pueden ser: ofrecer los mismos alimentos preparados de diversas maneras, apelar a los moldes con formitas, a la variedad de colores, a la decoración con pequeños trozos de verduras e insistir. Esto no quiere decir que haya que prepararles platos diferentes, sino aplicar la creatividad para todos los comensales de la familia.
Reconocer y respetar las señales de hambre y saciedad: muchas personas, crecimos con la frase “comé toda la comida”. Actualmente, podemos decir que si insistimos para que “terminen todo lo que hay en el plato”, lo que logramos es que pierdan el registro de saciedad y en muchos casos, coman más de lo necesario. Los niños regulan su alimentación, y si ésta es variada, el crecimiento de talla y peso es acorde a la edad en los controles pediátricos y el desarrollo psicomotriz también lo es, no hay de qué preocuparse.
No utilizar la comida como premio-castigo: la comida no es un premio, ni un castigo, es una necesidad y un derecho de todas las personas. Establecer este tipo de relación entre los alimentos y ciertas conductas “buenas” o “malas” (“si te portás bien, te doy un chocolate” o “como te portaste mal, hoy no comés postre”), llevará a que el niño asocie la comida a una “recompensa”, a la “prohibición”, a la “culpa”, y no al disfrute y a la riqueza de la variedad nutricional que se le ofrece en cada plato.
Es nuestra responsabilidad como adultos ofrecer a los niños una buena alimentación desde el ejemplo y garantizándoles el acceso variado y seguro a las comidas. Y ante la duda, no duden en consultar a un profesional.