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Obesidad infantil

Hace poco tiempo, la Organización Mundial de la Salud y Unicef, alertaron acerca de la epidemia de obesidad infantil que está sucediendo a nivel mundial y en Argentina. Cada vez, más niños padecen obesidad y a edades más tempranas, y un alto porcentaje de esos casos se mantiene durante la adolescencia y la edad adulta.

Los riesgos del exceso de peso son múltiples: es un factor determinante en enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) como diabetes, hipertensión, resistencia a la insulina, y en otras, como cáncer, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, trastornos músculo-esqueléticos, etc. En el mismo sentido, la obesidad está relacionada con problemas psicosociales, como un peor rendimiento escolar y menor productividad laboral en la vida adulta.

Algunas cifras de los últimos estudios realizados, pueden ayudarnos a dimensionar la gravedad de esta epidemia:

  • Las ECNT representan el 70% de las muertes a nivel global.
  • Casi un 20% de niños y adolescentes sufren obesidad en todo el mundo.
  • Casi un 90% de los niños obesos a los 3 años, seguían siéndolo durante la adolescencia.

Argentina es parte de estas tendencias que se dan a nivel mundial. Nuestro país ocupa el segundo puesto regional en obesidad en menores de 5 años, (con cifras cercanas al 10%), y se estima que casi 1 de cada 3 niños en edad escolar padecen sobrepeso u obesidad. Además, la prevalencia de la obesidad en la adolescencia se duplicó en cinco años: del 3,2%, en 2007, al 6,1%, en 2012. Esto quiere decir que Argentina se encuentra frente a lo que se conoce como la “doble carga de la malnutrición”, ya que conviven índices elevados de desnutrición, y cifras altas y crecientes de sobrepeso y obesidad, ambas acompañadas por problemas de deficiencias de micronutrientes. [1]

¿Qué podemos hacer frente a este panorama? Modificar hábitos alimentarios e incrementar la actividad física. Son los pilares de una mejor calidad de vida, de los que hemos hablado en más de una ocasión. La respuesta es fácil de enunciar, pero por diversos motivos, difícil de llevarla a cabo y sostenerla en el tiempo.

Estamos en un ambiente obesogénico que propicia el consumo de alimentos de alto nivel calórico y bajo valor nutricional (ejemplo de esto son los mensajes publicitarios del entorno y la oferta de alimentos ultraprocesados, de fácil consumo y bajo precio). Si bien no está a nuestro alcance eliminar la publicidad,  podemos construir entornos saludables en nuestras casas, donde haya alimentos variados (frutas, verduras, lácteos, cereales, frutas secas, jugos naturales, licuados, etc) que incluyan opciones menos procesadas, más naturales y caseras.

Respecto de la actividad física, es un desafío disminuir el tiempo que pasamos (adultos y niños) sentados y quietos frente a las pantallas e incrementar el tiempo donde estamos físicamente activos. Lo ideal, es que los niños a partir del año realicen al menos 180 minutos de actividad física al día (juegos, correr, saltar, bailar, etc), ya que les permite desarrollar la musculatura y el conocimiento del mundo, entre tantos beneficios.

Seguramente son muchas las conductas y los hábitos a modificar, pero no hay que dejarse abrumar, sino pensar y comenzar por un primer paso, un cambio “pequeño”, significativo y realizable. Y luego, sumar otro, y otro…los resultados no serán inmediatos pero sí perdurables. Como educadores y familias, hagamos nuestro el compromiso por revertir esta tendencia.

 

María Jimena Bazal

Lic. en Nutrición

M.N 7179

[1] UNICEF (2019) “Obesidad, una cuestión de derechos de niños, niñas y adolescentes. Recomendaciones de políticas para su protección”

 

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